Des del diario digital La Vanguardia se ha publicado este artículo dónde se argumenta que La Unión Europea acorrala a los plaguicidas neonicotinoides acusados del declive de los polinizadores, mientras arrecia la campaña promovida por 80 entidades cívicas para eliminarlos.
«La Comisión Europea se muestra decidida a dar nuevos pasos para prohibir tres insecticidas neonicotinoides altamente tóxicos para las abejas. En las próximas semanas está prevista una reunión de su comité permanente que podría arrinconarlos definitivamente. Mientras tanto, un total de 80 organizaciones europeas han creado la Coalición para Salvar a las Abejas, formada por asociaciones de apicultores, así como organizaciones ecologistas, de agricultores y científicos de la Unión Europea, para pedir su eliminación total.
Los neonicotinoides han sido señalados en varios estudios de ser uno de los factores clave en el declive en las poblaciones de las abejas. La exposición continuada origina desorientación de los insectos polinizadores, que se ven incapaces de volver a las colmenas, con lo que baja la producción de la miel, entre otros impactos ambientales.
Los neonicotinoides son los insecticidas más ampliamente usados en todo el mundo y están presentes en el medio ambiente terrestre y acuático. Utilizados para combatir ciertas plagas, quedan en las plantas, en donde son transportados a todos sus
órganos, incluidas las flores, lo que provoca la contaminación del polen y el néctar que liban las abejas.
En diciembre del 2013, la Comisión Europea ya restringió el uso de tres de ellos (imidacloprid, clotianidina y tiametoxam), de manera que están prohibidos en todos los cultivos atractivos para las abejas (girasol, colza, almendros…). No obstante, hay importantes excepciones, lo que hace que los agricultores puedan echar mano de ellos tras la floración, en los cereales de invierno y en los invernaderos.
Cuatro años después de la prohibición parcial de estas sustancias, nuevos descubrimientos científicos confirman que estas restricciones no son suficientes. Por eso, los pasados días 12 y 13 de diciembre estaba prevista una reunión en Bruselas para discutir una propuesta del comité permanente de la Comisión Europea para ampliar las restricciones, de manera que sólo se iba admitir su uso en los invernaderos permanentes. Sin embargo, la Coalición para Salvar a las Abejas reclamó la prohibición total, al entender que los invernaderos permanente son igualmente un peligro para las abejas, ya que no están cerrados y tienen aperturas por las que pueden entrar las abejas.
Ante el desacuerdo originado, los representantes de varios países solicitaron que la reunión se retrasara, en espera de que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) se pronuncie en un informe sobre la nueva evaluación global de estos insecticidas, largamente esperada.
Respaldan la prohibición
Un grupo de países, capitaneados por el Reino Unido, Irlanda y Francia han señalado que respaldan una prohibición más estricta. Francia se muestra especialmente activa y tiene previsto su prohibición en el 2018, con algunas excepciones, con la vista puesta en la total eliminación en el 2020.
Los insecticidas neonicotinoides pueden aplicarse directamente mediante fumigación a los árboles frutales y también se emplean, entre otros usos, en las semillas tratadas o sistémicas, de forma que estas sustancias se liberan mientras crece la planta; sin embargo, en ese proceso son transportadas a través del sistema vascular, con lo que llega a las flores, al polen y al néctar, donde liban las abejas, que resultan así contaminadas.
“La ciencia es clara y contundente: los insecticidas neonicotinoides son una gran amenaza para las abejas y otras especies. Las abejas no puede esperar”, señala Luis Ferreirim, responsable de Agricultura de Greenpeace España. “El Gobierno español no tiene ninguna razón para no apoyar una prohibición”.
Altamente tóxicos
En noviembre de 2016, la EFSA confirmó que estos neonicotinoides son altamente tóxicos para las abejas, los abejorros y las abejas solitarias, aunque señaló que aún existen lagunas en los datos que impiden una evaluación de riesgos adecuada, en particular para las abejas silvestres.
La EFSA además advirtió de que las abejas podrían estar expuestas a los neonicotinoides no solo en las zonas de cultivom (estos insecticidas se diseminan rápidamente en el medio ambiente) sino también contaminando las flores silvestres.
Diversos efectos
Sus efectos agudos pueden provocar la mortalidad de sus poblaciones, mientras que las exposición continuada provoca trastornos “subletales”. Estos últimos no causan la muerte inmediata del insecto, pero sí provocan trastornos cognitivos; o pérdida de memoria –estos recolectores que olvidan el camino de regreso a la colmena–, así como una disminución de la inmunidad, una mayor vulnerabilidad a ciertos patógenos o un colapso en la capacidad de reproducción de las poblaciones.
Actualmente, las pruebas de seguridad de estos plaguicidas se centran en evaluar los riesgos de exposición aguda a una abeja aislada. Sin embargo, recientes estudios han alertado sobre el hecho de que la contaminación generalizada de tierras agrícolas puede derivar en una crónica de colonias enteras.
Presentes en todo el mundo
El 75% de todas las muestras de miel de abeja que se comercializan en el mundo presentan al menos un insecticida neonicotinoide. Así lo indica un estudio publicado en la revista Science el pasado mes de octubre. En esta evaluación de la exposición que sufren los insectos polinizadores se analizaron 198 muestras de miel recogidas en todo el mundo y en ellas se buscó la contaminación causada por cinco de estas sustancias.
El estudio concluyó que el 45% de las muestras contenían entre dos y cinco de estos compuestos neonicotinoides, y que el 10% albergaba 4 o 5. “Nuestros resultados confirman la exposición de las abejas a los neonicotinoides en su alimentación a lo largo y ancho de todo el mundo”, explicó el grupo de investigadores, que encabeza Edward Mitchell, de la Universidad de Neuchâtel. Las concentraciones detectadas se situaron, sin embargo, por debajo de los niveles de los residuos máximos autorizados para el consumo humano.»